Exposición actual | Fernando Portillo
Exposición del fotógrafo Fernando Portillo «La Luz de la Tierra».
Esta exposición permanecerá abierta desde el día 8 de Junio a las 20:00 horas hasta el día 10 de Julio, el horario será en días laborables de 10:00 a 13:30 y de 17:00 a 19:30, salvo los viernes que será de 09:00 a 15:00 horas.
Fernando Portillo
Nacido en Cadiz, España, ciudad de la luz, practico la fotografía como una actividad aparte, como un contrapeso imaginativo a mi trabajo.
Aficionado a la fotografía desde mi juventud formé y presidí el Club de Fotografía Universitario donde me familiarice con el blanco y negro y los laboratorios de películas analógicas.
Tras unos años de olvido por el trabajo y el limbo que significo el pase de la fotografía analógica que practicaba con mi Rolleiflex, Leica, Mamiya que todavía utilizo cuando tengo la tranquilidad que necesitan las analogicas, he vuelto a sumergirme en la fotografía ahora digital con mi Nikon 810 y Fujifilm EX2.
La fotografía es para todo aquel que tiene algo que decir, en mi caso como persona mas bien encerrada en su mundo una forma de expresar sin palabras la visión de nuestro mundo, aquello que nos despierta sentimientos.
La fotografia es una expresión artística visual y como tal una misma realidad tiene diferentes visiones, encuadres, colores… la fotografía es una herramienta poderosa de comunicación, permite al fotógrafo explorar aquello que le gusta y compartirlo. Cuanto mas tiempo paso fotografiando mas conozco la vida, el mundo que me rodea y las personas que lo habitan.
Todos conocemos como nos condiciona la televisión, la prensa y otros medios modernos, la fotografía me permite dejar al lado estos medios, dejar lo mundano y vulgar y centrarme en lo extraordinario. El limitado tiempo que estamos en la tierra me produce un deseo de descubrir todos sus rincones, circunstancias y bellezas un deseo tambien de tener las experiencias y relaciones humanas que encuentras en cada viaje.
El captar el momento que ya pasó, que no volverá, la belleza efímera de una mirada, el parar el tiempo, el alimentar el recuerdo, captar el enamoramiento o la denuncia de un mundo que nos rodea, como el personaje de Papini que se consumió prematuramente de tanto como contemplaba y amaba el mundo que le rodeaba, así vuelve el fotógrafo agotado a su habitación después de perseguir durante todo el día el captar sus obsesiones con la cámara.
Tarea a veces solitaria acorde con mi personalidad, el descubrir una espectacular localización, esperar durante horas un animal, o fotografiar la fascinante expresión de una mujer se convierten en tareas y experiencias fascinadoras donde intuicion, imaginacion y tecnica se unen en la milesima de segundo que dura el clik del disparo.
Tambien hay que aprender del fracaso cuando el animal ya llegó sin luz, caminaste kilometros para llegar a un punto que presumiste maravilloso y no lo era o aquella persona que ya no pudiste fotografiar en la oportunidad que tus ojos vieron. Hay que llegar al lugar sentarse y confundirse con el entorno, imaginar el encuadre, la oportunidad, esperarla y tener la suerte de llevártela en tu camera. Es cazar algunas veces al acecho otras al rececho.
En mi caso quiero ser testigo de un mundo que me parece de una sublime belleza, solo roto por el egolatrismo del hombre, ese mundo que no paro de admirar cuando camino o desde el automovil con cámara o sin. Plasmar ese momento que la lluvia, las nubes, el paisaje construyen en un solo instante del cual queremos ser testigos y llevarnoslo a casa en esa cajita para después enseñarlo o no, solo guardarlo para nuestros recuerdos.
La idea que somos testigos de un momento, de un mundo que ya no volverá así como de un minuto de mi vida que no podré recuperar o quizás si un poco a través del recuerdo de esa fotografía.
Como dijo Annie Leibovitz en su discurso del Premio Principe de Asturias:
“Al mismo tiempo, con una cámara podemos retener los momentos fugaces de nuestras vidas. Una fotografía posibilita que recordemos, por ejemplo, esa estampa increíble que nos fascina cuando la vemos y que luego desaparece de nuestra visión. O ese memorable evento; ese lugar que visitamos una vez; nuestros hijos que crecen y cambian tan rápidamente. Las personas que amamos y de quienes aprendemos. Los momentos felices, tristes y profundos que animan y enriquecen nuestros días. La fotografía siempre ha tenido ese increíble poder para detener y retener el presente, antes de que desaparezca en el pasado. Nos permite mostrar a otros lo que vemos, las cosas que nos fascinan, las personas y los lugares que amamos y apreciamos. Algunos fotógrafos desvelan nuestras dificultades y desdichas, aquello que nos traiciona y nos frena. Otros nos transportan a mundos que nunca podríamos visitar, o nos ayudan a entender mejor a personas a las que, de otra manera, nunca conoceríamos.”
Salgado, Peter Linberg, Ansel Adans, Cartier Breson, Helmut Newton, Peter Beard, la guerra de Capa, las mujeres voluptuosas de Ellen von Unworth – todo ello te despierta la curiosidad por lo eterno, lejos del mundo encogido por la visión provinciana imperante que nos predican desde nuestros entorno.
Si hubiera vivido en el siglo XIX hubiera querido ser el capitan Richard F. Burton o algunos de los primeros exploradores que se fascinaron descubriendo Africa.
El Africa que Richard F. Burton descubrió sobre 1.850 disfrazandose de un hombre arabe para poder ir por lugares prohibidos y buscar el lago de los lagos que se creía alimentaba al rio Nilo o cuando Samuel Baker descubrió el lago Victoria, no es el que años después vio Hunters cuando se encargo de defender los trabajadores del ferrocarril de los leones que los masacraban, ni el de Karen Farm en 1915 que luego revivio “memorias de Africa”, o el de selous ni es el que vivio Peter Beard cuando una equivocada política conservacionista hizo que murieran miles de elefantes sin comida en una Kenia protecionista. El mundo no se detiene, la destrucción constante del entorno y la superpoblación hace que se sobreexplote los medios haciendo imposible la vida natural.
La fotografía como testigo de la vida, de la búsqueda de la felicidad de esa felicidad que no es un “estado” del ser humano. La infelicidad puede serlo, pero la felicidad es, por naturaleza, un instante. El instante puede durar unos segundos, un minuto, una hora o un día, pero no creo que pueda llegar a durar nunca una semana entera, no va con la condición humana. La infelicidad puede invadir tus recuerdos. La felicidad se parece más a una foto. Esa foto que se persigue siempre.